sábado, 25 de diciembre de 2010

En las vísperas de la Navidad, Publicado el 25 de diciembre por el Diario Por Esto! Mérida, Yuc. Méx.



En las vísperas de la Navidad



Jorge Luis Canché Escamilla

Con la finalidad de disfrutar el ambiente invernal que prevalece en el Estado y en especial en la playa, Anabel y sus familiares más cercanos, conformados por hermanos y sobrinos, principalmente, se trasladaron a Telchac Puerto, distante 64 kilómetros al oriente de la ciudad de Mérida, ya que deseaban tener un encuentro familiar previo a la Navidad diferente al de años anteriores. Regresar por la tarde a Mérida el 24, a fin de descansar y estar listos para pasar todos juntos la cena de Navidad, la cual ha sido encargada a una empresa especializada en estos menesteres para no tener preocupación alguna, consistía en: sopa, pavo asado tipo yucateco —rojo con achiote—, frijoles refritos y un exquisito postre de caballeros pobres –en algunos lugares de México le llaman capirotadas—. Como podrán observar, una cena navideña típicamente yucateca. Como quedó el acuerdo, a temprana hora se fueron movilizando llevando lo conveniente para estos propósitos: refrescos, botanas y, desde luego, las consabidas cervezas, como lo hacían en veranos cuando los yucatecos se trasladan a la costa de su preferencia durante julio o agosto, costumbre arraigada desde tiempos inmemorables en buen número de familias yucatecas.
Ahora iba a ser diferente, querían disfrutar esos espacios en estos tiempos de frialdad; por cierto, desde algunos días de este mes del año, el termómetro ha marcado entre 3 y 10 grados y el frío se siente con intensidad inusitada, tanto que hace rechinar los dientes, sobre todo para aquellos que son excesivamente friolentos. No es para menos, recordemos que cuando hace frío por estos lares, decimos que “cala hasta los huesos”. Por las noches, cuando se duerme en hamaca, se siente cómo el aire frío se cuela por debajo; esa es la razón por la cual en el pasado, nuestros padres y abuelos ponían bajo de ella papel periódico para evitar la humedad existente en el piso y con ello prevenir también posibles enfermedades bronquiales o simples resfriados.
Esta idea —ir a la playa con el clima imperante— de la familia de Anabel, surgió el domingo último previo a la Nochebuena. Lo que se planteó como una chanza por parte de sus hermanos –broma—, se tomó como una buena idea y fue aceptada de inmediato por su familia y puesta en marcha la mañana del 23 de diciembre. Al llegar al lugar acordado, de inmediato se sintió el aire gélido silbando en forma tal, que hasta producía cierto dolor en el rostro al sentirse en la piel, lo que daba lugar a que las madres se mostraran preocupadas por abrigar más y más a sus niños. Los demás se encorvaban como recurso para enfrentar el fenómeno en mención, además de levantar el cuello; primero, de sus abrigos y luego de sus camisas abotonándolas de inmediato de principio a fin.
El ambiente familiar fue realmente único, cuando se tiene deseos de divertirse y sentirse a gusto con la gente que convives y que en verdad aprecias y quieres, todo resulta maravilloso. El pescado frito de “Los Patitos”, acompañado de frijol kabax y tortillas hechas a mano, fue más que espectacular, como dirían algunos amigos caribeños. El dulce de “manjar blanco” hecho con coco, fue el acabose de esta degustación propia del verano e inverosímil en invierno y más aún en vísperas de la Navidad.
Tal como estaba planeado, después del consabido descanso todos retornaron a la ciudad con el ánimo de pasar una estupenda noche de 24 de diciembre; las baterías estaban cargadas, sólo esperaban que llegara el gran momento de la cena y de la entrega de regalos, este último, era esperado con gran expectación por parte de los niños.
Tomaron la carretera. La alegría se reflejaba en las conversaciones y comentarios de lo vivido hacía tan sólo unas horas, los niños y los más jóvenes habían decidido viajar juntos, iban en “fila india. De pronto, a lo lejos pudo observarse cómo el vehículo en el cual iban los jóvenes, salió de la carretera dando volteretas cada vez más rápidas a las primeras, sin tiempo de pensar en la tragedia que estaba por ocurrir. Los cadáveres se encontraban tirados por diversos lugares, el llanto brotó con gran angustia en Anabel, quien no daba crédito a lo sucedido; las lágrimas corrían por su rostro, aún sin comprender lo que sus ojos le mostraban. El pecho le dolía con gran intensidad, los gritos de por qué los sentía detenidos en la garganta. ¿Por qué? ¿Por qué? Se repetía con insistencia sin que reciba respuesta alguna ante el drama que se le presentaba inopinadamente. Se tomaba la cabeza con las manos moviéndolas de un lado a otro, buscando un porqué, que no obtenía. El dolor era cada vez más intenso, de pronto sintió que se movía la sacudían escuchaba su nombre: Anabel...Anabel... Anabel. Al abrir los ojos vio a su hermana enfrente que la observaba sumamente extrañada ante el llanto compungido que presentaba. ¡Vamos a casa de Rubén, ya es tarde! Alcanzó escuchar. ¡Recuerda que ahí cenaremos esta Navidad! —le dijo su hermana—, aún mirándola con el seño fruncido. Todo había sido un sueño. La noche de felicidad, la Navidad del 24 de diciembre, estaba por venir. ¡Qué alegría! ¿No cree?

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