jueves, 21 de julio de 2011

El florecer de los flamboyanes en el mes de julio de este año en Yucatán


El florecer de los flamboyanes en el mes de julio de este año en Yucatán

Jorge Luis Canché Escamilla

Desde donde quiera uno moverse por las diversas calles de la ciudad, puede observarse la flor del flamboyán que destaca día con día en sus amaneceres mucho antes que el astro rey. Éste, con la puntualidad del día, asoma sus primeros rayos después de acariciar la bóveda celeste con sus tonalidades naranja, tornándose al hacerlo en un espectáculo multicolor naranjagrisblanquiazul. Y lo hace, al momento de contactarse con el firmamento que placentera se ofrece como tal, generando una visión de ensueño en un amanecer que no todos tienen la fortuna de apreciar; solo aquellos, que han tenido el privilegio de madrugar y de levantar los ojos ante tan espectacular inicio matinal. Al compartir tan hermosa conjunción de colores en una sola mirada, la naturaleza ¡muestra tal soberbia!, que uno queda imantado surgiendo de inmediato la expresión: ¡qué cosa más hermosa!
Mire usted, admirar el florecimiento del flamboyán en Mérida es algo único, máxime cuando uno logra darse cuenta – tal como he mencionado líneas arriba- que por donde uno pose la vista en el andar por diversas partes de ella, se encuentra con una mata con sus penachos en flor en tonalidades diversas de rojo. En estas tonalidades, el astro rey juega un papel de gran protagonista de acuerdo al paso de las horas. El aprecio hacia el flamboyán en flor es diferente al amanecer, medio día o al atardecer. Vea la timidez de la grana con los primeros haces de luz acompañado de la ligera brisa gélida que nos arropa cada vez que raya el alba. Al medio día ante la intensidad de los rayos solares adquiere tal brillantez que el rojo se torna anaranjado, al verlas las matas se pensaría que es una extensión del juego que se ha volatizado y que como nubes carmesí se han posado en ellas. Se pudiera pensar también, que al verlas ante el movimiento en el espacio contribuyen al intenso calor que azota por estos días a la blanca ciudad de Mérida. ¡Ah! En los atardeceres justo al declinar febeo sus rayos producen otro efecto a la vista de los amantes de observar los crepúsculos en esta época del año, el firmamento en un buen número de ellas adquieren tonalidades pasteles en azul, naranja e incluso pensar en un rosa que arranca admiración y ternura. El artista –la naturaleza- se sublima y deja todo su arte en la bóveda. Ni que decir cuando los rayos verticales – en el ocaso- atraviesan las flores del flamboyán produciendo rebotes de luz y sombra e infinidad de haces dispersos en todo el horizonte del cual se siente su dueño y se posesiona de él sin autorización.
En estos términos inicie mi admiración escrita en este florecer del 2011 del flamboyán en esta tierra nuestra, como bien señalara hace a mediados del siglo pasado el laureado poeta y escritor Don Antonio Médi-z Bolio.
Debo decir también, que al hacerlo estábamos viviendo los intensos calores de mayo y primeros días de junio justo antes de que cayeran las primeras lluvias. Los campesinos habían expresado su honda preocupación por lo tardío de ellas. Mismo que dio lugar que el anciano del pueblo dijera que no debíamos de estar extrañados por tal acontecimiento, habría que recordar –decía con gran sabiduría- el comportamiento que tuvieron las cabañuelas en este año. No era la primera vez que lo decía, ya antes le había recomendado a su sobrino que no vaya a desesperarse por lo tardío del arribo del Dios Cháak. El comportamiento que se ha tenido de ellas hasta ahora da lugar a recordar sus palabras iniciales y sentir una gran admiración por él – x´men en lengua maya-.
Continuando con los flamboyanes y mi sentida admiración por sus visitas florecientes año con año, es de suma complacencia observar la transformación que van sufriendo al paso de los días y con las recientes lluvias –como las de ayer que inundó una gran cantidad de calles de la ciudad nuestra-. Observar como después de las lluvias las aceras se convierten en grandes alfombras rojoanaranjadas, y que al tener de soporte el suelo o las aceras de color café oscuro –al momento de la lluvia- la primera o gris la segunda, da lugar a una combinación que se hace atrayente a la vista del transeúnte. Ni que decir del visitante.
En estos momentos pude apreciarse como las flores ante la caída del agua y del abatir del viento las matas de flamboyán empiezan a mostrarse rojoanarando-verde, todo ello, ante el paso siguiente de su ciclo de vida: el resurgimiento de sus hojas.
Por cierto un amigo que recién llegó a Mérida quedo maravillado de este espectáculo a su paso por la Avenida Itzáes –llego en la primera semana de junio-, justo después de dejar el aeropuerto. Todavía más, me comentó que se veía como un set de cine; ¡y esa combinación de las flores amarillas y el rojonaranja del flamboyán! ¡Algo único! me comentaba ante mi ufano orgullo de que realmente es cierto. -Y está con nosotros me dije muy a mis adentros-. ¡Qué orgullo! ¿No cree?

Mérida Yuc. Méx. A 10 de julio de 2011

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